El naranja perfecto

Murió una mariposa y parecía que su muerte no tenía más nada que decir. Pero no era cierto. Estoica, simulaba estar aún viva cuando la encontré, con las alas plegadas en descanso, como si hubiera tenido la posibilidad de elegir su momento. Lo único que la delataba era la impunidad desvergonzada con la que se quedaba quieta en el medio del camino.
Me puse a mirarla detenidamente, sin tocarla al principio, como si el tornasolado naranja de su fragilidad fuera a moverse una vez más. No lo hizo, pero para entonces ya su imagen se había convertido en la excusa para encontrar la fotografía de la contradicción perfecta. Su belleza con fondo violencia; su color en la ausencia del mismo; su fragilidad soportando la fuerza; su pequeñez relativizando la inmensidad…
Cuando finalizó el desafío la llevé al jardín, para que encontrara su sentido.
Ella apenas había muerto y ya se contaban historias alrededor suyo.
Pero faltaba una. La de mi viejo, que cuando llegó me preguntó si había alguna novedad. Le dije que no y dudé. Entonces le conté de la mariposa, la segunda esta semana que se confundía y quedaba atrapada en el patio interno de nuestra casa. A eso le siguieron mil historias sobre mariposas e insectos de acá y del monte misionero de su infancia. Una tarde por demás entrañable.
¿Ves como algo tan pequeño puede convertirse en una gran historia?
Ese es el desafío y lo renovamos para el 2009: dispondremos un sinfín de
ideas-mariposas; está en tus manos darle vida a sus historias.