Puede que a la mayoría de los mortales (especialmente a esos bípedos sin pelos que viven en sociedades) les cueste demasiado no aburrirse. Y lo irónico es que ellos mismos pasan gran parte de su vida estudiando y aprendiendo la mejor forma de hacerlo, después consiguen trabajo y pasan otro tercio de sus días en esa tarea. La vida para ellos es hacer todo lo posible para aburrirse de una sola cosa.
Suerte para algunos, no todos son tan humanos. Hay gente que sueña de camino al trabajo y hasta hay algunos que se animan a concretar esos sueños. Lo que se dice —en este mundo globalmente aburrido— una aventura.
Así que el primer paso es sacarse la idea de que las aventuras están hechas para los que tiene plata para viajar o para los que les falta vértigo y se tiran de un puente o un avión.
La aventura es todos los días y es la única cosa que no por ser rutina se vuelve aburrida. A lo sumo deja de ser aventura y se transforma en un modo de vida. ¡¿Y qué tan maravilloso sería que nuestra vida estuviera siempre tan llena de sorpresas y desafíos que consideráramos “aventura” atender un teléfono?!
Así es. La aventura es aquello que estamos dispuestos a vivir, no aquello que está para ser vivido. Teniendo la clave para sorprendernos a nosotros mismos, piensa en este momento: ¿qué te depara el próximo día? ¿No podrías tornarlo en una aventura?
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Para irse por las ramas (del arte y la literatura)
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1 comentario:
Acerca del aburrimiento se han escrito muchas páginas que denuncian nuestra falta de fe en nuestra capacidad para mirar la vida con un claro matiz de optimismo. Entre tantos escritos consultados, hay uno que pertenece a nuestro Joaquín V. González. Se intitula «Lección de Optimismo» y es un canto esperanzado para tener como catecismo de la vida. Tal vez, alguna vez podamos verlo publicado en vuestra revista. Mejor sería, claro está, ir viendo que estas palabras se han hecho carne en nuestra juventud, tan vapuleada... y por qué no, en los hombres maduros que desertan de la causa de la vida. Ahí va: «Ya véis que no soy un pesimista ni un desencantado, ni un vencido, ni un amargado por derrota ninguna. A mí no me ha derrotado nadie; y aunque así hubiera sido, la derrota sólo habría conseguido hacerme más fuerte, más optimista, más idealista; porque los únicos derrotados en este mundo son los que no creen en nada, los que no conciben un ideal, los que no ven más camino que el de su propia casa o su negocio, y se desesperan y reniegan de sí mismos, de su Patria y de su Dios, si lo tienen, cada vez que les sale mal algún cálculo financiero o político de la matemática de su egoísmo. ¡Trabajo va a tener el Enemigo para desalojarme a mí del campo de batalla! El territorio de mi estrategia es infinito, y puedo fatigar, desconcertar, desarmar y aniquilar al adversario, obligándolo a recorrer distancias inmensurables, a combatir sin comer, ni beber, ni tomar aliento, la vida entera, y cuando se acabe la tierra, a cabalgar por los aires sobre corceles alados, si quiere perseguirme por los campos de la imaginación y del ensueño. Y después, el Enemigo no puede renovar su gente, por la fuerza o por el interés, que no resisten mucho tiempo; y entonces, o se queda solo, o se pasa al amor, y es mi conquista, y se rinde con armas y bagajes a mi ejército invisible e invencible» JVG
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