Velos en la frente enceguecen la mirada. ¿Quién sabe cuánto? A veces depende del velo, y otras, de quien lo usa.
Verlos en la frente no es difícil. A veces lo difícil es comprender por qué están allí.
Ve a las huellas sin rumbo, al tecleo vacío de una computadora en una oficina, al horario en que tu local preferido está cerrado, a la puerta de la oportunidad que ya pasó, al recuerdo que no quiere irse, al silencio del disco que terminó de sonar.
Ahí están los velos sin frente: prescindibles, indeseados o inútiles. Pero que al menos no estorban.
Cuando en cambio un velo ve lo que pasa al encontrarse con una mente, se estaciona cómodo en la frente, cierra los ojos, por no decir que cierra todos los sentidos, hasta dejar los necesarios para la supervivencia.
Si en cambio los ojos escapan, la mente escapa y la frente está limpia, ver no es tan complicado. Vente y lo comprobarás.